Si me pongo a hacer memoria... Siempre he sentido que mi casa es el mejor lugar del mundo. O mejor dicho, lo que considero mi hogar. Cuando vivía con los padres me gustaba mucho estar ahí. Si salíamos de vacaciones, pese a haberme divertido como nunca, el mejor momento era regresar. Y creo que es porque a pesar de todo me sentía segura allí. Ahora, viviendo aparte me he dado cuenta de que ese sentimiento solo se transladó. Viví poco más de un mes en Ciudad de México y a pesar de que no me gustaba la ciudad donde vivía (más que nada por el calor) me sentí intensamente feliz de estar ahí. Cuando por fin estuve en mi casa actual igual me sentí feliz, aunque por un tiempo la odié. Pero ya he divagado bastante porque el motivo que atañe a esta entrada es por el tiempo en el que viví con mis papás. Las cosas han cambiado tanto... Dejé de visitarlos porque quitando mis excusas no me siento cómoda ahí. Mi hermana en los siguientes meses se mudará de ahi con el mismo sentimiento que yo. Y me pregunto ¿por qué es que es así ahora? Ya no es mi hogar, pero lo fue gran parte de mi vida. Y se siente tan rancio llegar. Escribo esta entrada porque es cumpleaños de mi mamá y hubiese preferido haber ido a cualquier lugar a vernos... que tener que ir allí. Y eso que quiero demasiado a mi mamá.
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